Más de un millón de jóvenes de distintos países participaron en la ceremonia de clausura del Jubileo de los Jóvenes, celebrada este domingo en la explanada de Tor Vergata.
El Papa León XIV presidió la misa, que marcó el cierre de una semana de actividades centradas en la reflexión espiritual, la reconciliación y la oración comunitaria.
Durante su intervención, el Pontífice abordó temas vinculados con la incertidumbre y las inquietudes existenciales que afectan a las nuevas generaciones. De acuerdo con el mensaje que compartió en su homilía, la vida no puede reducirse a una lógica de consumo o acumulación material, sino que debe construirse desde la apertura hacia los demás.
“La plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, sino de lo que acogemos y compartimos con alegría, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”, afirmó.
En ese contexto, León XIV hizo referencia a textos bíblicos del Libro de Qohelet y del Salmo 90 para subrayar que la existencia humana es frágil y limitada, pero capaz de regenerarse continuamente a través del amor.
Según dijo, la vulnerabilidad no debe entenderse como un defecto, sino como parte esencial de la experiencia humana.
“No hemos sido hechos para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor”, señaló.
Asimismo, el Papa advirtió sobre el riesgo de construir la identidad personal en torno a la adquisición de bienes o logros materiales. En contraste, subrayó que es necesario elevar la mirada hacia dimensiones más profundas que conecten con Dios y con los demás.
“Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las ‘cosas celestiales’”, puntualizó.
En este contexto, León XIV instó a los jóvenes a no resignarse ante modelos de vida mediocres o conformistas. A su vez, los animó a asumir el desafío de una existencia orientada hacia la transformación personal y el compromiso espiritual.
“Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”, exhortó.
Además, el Pontífice destacó el papel central de la esperanza como motor de vida, recordando que esta virtud no se basa en promesas humanas, sino en la presencia de Cristo. Según explicó, mantener una relación viva con Jesús implica oración constante, participación en la Eucaristía, confesión frecuente y práctica activa de la caridad.
“Queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús”, reiteró.
Durante su mensaje, León XIV citó el testimonio de Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, dos jóvenes beatos que serán canonizados próximamente. En su opinión, ambos representan ejemplos de entrega cristiana adaptada a los contextos actuales.
En otro momento de la homilía, el Papa recuperó una reflexión de San Agustín sobre la naturaleza de la esperanza. Según expuso, no debe depositarse en lo creado, sino en su Creador.
“El objeto de nuestra esperanza no es la tierra, ni algo que proviene de ella como el oro, la plata, la cosecha, el agua, sino que hay que buscar a quien las ha hecho, porque Él es tu esperanza”, citó.
Finalmente, el Pontífice encomendó a los asistentes a la Virgen María, a quien se refirió como “la Virgen de la esperanza”, y los alentó a regresar a sus países llevando consigo la experiencia vivida durante el Jubileo.
“Sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!”, concluyó.