La psicoterapeuta Rocío Mendoza hizo un llamado público a reflexionar sobre una conducta que, aunque comúnmente pasa desapercibida, puede afectar profundamente el bienestar emocional: la manipulación emocional a través del incumplimiento de promesas.
En un mensaje compartido en sus redes sociales, Mendoza abordó una práctica cotidiana que, bajo ciertas circunstancias, deja de ser un simple olvido o contratiempo para convertirse en una estrategia de control que genera desgaste emocional, disminuye la autoestima y fomenta la dependencia.
La especialista explicó que este tipo de manipulación puede iniciar en la infancia, sobre todo cuando se incumplen promesas que tienen un fuerte valor afectivo para los menores.
Mediante un ejemplo, narró cómo un niño ilusionado por ver a su padre —quien le promete pasar por él a cierta hora para ir al parque— termina decepcionado cuando, una vez más, ese encuentro no se concreta. Según la psicoterapeuta, experiencias repetidas de este tipo pueden dejar huellas profundas, como la sensación de no ser importante o suficiente.
“Imagina que eres un niño, cuyos padres están separados. Tu padre te llama y promete: ‘Mañana paso por ti a las 10 y vamos al parque’. Con mucha ilusión, te preparas con entusiasmo… Llega la hora acordada y papá aún no aparece… Te llama: ‘Lo siento, cariño, surgió un imprevisto en el trabajo. Lo haremos la próxima semana'”, escribió Mendoza.
El patrón no se limita a la infancia. También puede replicarse en relaciones de pareja, familiares o de amistad, donde la promesa incumplida se convierte en una herramienta para generar incertidumbre, someter emocionalmente o prolongar una expectativa que nunca se concreta. A esta conducta, la especialista la identifica como futuro fingido o control coercitivo.
“La manipulación emocional no siempre es un error involuntario. En algunos casos, es una táctica deliberada, conocida como futuro fingido o control coercitivo, donde el incumplimiento repetido de promesas busca mantenerte en un estado de dependencia o incertidumbre”, explicó.
Mendoza destacó que estas dinámicas son comunes en personas con rasgos narcisistas o psicopáticos, cuyo objetivo es el control, la validación personal y el sometimiento del otro. Aunque muchas veces estas actitudes son normalizadas o justificadas, sus efectos acumulativos pueden derivar en pérdida de autonomía, baja autoestima y un alto grado de desgaste emocional.
“El tiempo y la energía que inviertes en esperar o buscar explicaciones afectan tu bienestar”, advirtió.
Entre las recomendaciones que compartió para enfrentar esta situación, subrayó la necesidad de establecer límites firmes, exigir responsabilidad en los compromisos adquiridos y recordar que la manipulación no define el valor de la persona afectada. También resaltó la importancia de promover relaciones basadas en el respeto, la confianza y la claridad emocional.
“La manipulación emocional es una dinámica de poder, pero tú tienes la capacidad de ponerle fin al priorizar tu bienestar y construir relaciones basadas en el respeto mutuo”, concluyó.
Con este mensaje, Rocío Mendoza invitó a tomar conciencia sobre formas sutiles pero dañinas de control afectivo que pueden instalarse en cualquier vínculo interpersonal, instando a reconocerlas, enfrentarlas y erradicarlas desde la responsabilidad personal y emocional.