La ciudad japonesa de Hiroshima recordó este 6 de agosto el 80 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre su territorio, en una ceremonia marcada por la creciente preocupación internacional ante el deterioro de los esfuerzos globales de desarme y el fortalecimiento de arsenales nucleares en diversos países.
El acto se llevó a cabo en el Parque Memorial de la Paz a las 8:15 de la mañana, hora exacta en la que, en 1945, el avión estadounidense Enola Gay arrojó el artefacto nuclear conocido como Little Boy, provocando la muerte inmediata de unas 70 mil personas, cifra que se duplicó hacia finales de ese año.
Al evento asistieron representantes diplomáticos de 120 países, sobrevivientes del ataque —conocidos como hibakusha— y familiares de las víctimas.
En este contexto, el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, encabezó los discursos con un llamado a no olvidar las consecuencias del uso de armas nucleares y a transmitir la memoria de los sobrevivientes a las nuevas generaciones.
“Hoy, transmitir las fervientes súplicas de paz derivadas de las experiencias de los hibakusha es más crucial que nunca”, declaró Matsui, al tiempo que recordó que Estados Unidos y Rusia concentran el 90 % de las ojivas nucleares del mundo.
Durante su intervención, el alcalde advirtió sobre el resurgimiento de narrativas que defienden la posesión de armas atómicas como mecanismo de defensa ante los conflictos actuales, señalando particularmente la invasión rusa a Ucrania y la violencia persistente en Medio Oriente.
De acuerdo con Matsui, esta lógica representa una amenaza para los acuerdos de paz que se han consolidado en las últimas décadas.
“Estos acontecimientos ignoran flagrantemente las lecciones que la comunidad internacional debería haber aprendido de las tragedias de la historia. Amenazan con derribar los marcos de consolidación de la paz que tanto se han esforzado por construir”, subrayó.
Asimismo, el funcionario llamó a los líderes globales a repensar sus políticas de defensa y a considerar las consecuencias humanitarias del uso de este tipo de armamento, apelando a la responsabilidad intergeneracional.
“Nuestros jóvenes, los líderes de las generaciones futuras, deben reconocer que las políticas erróneas en materia de gasto militar, seguridad nacional y armas nucleares podrían tener consecuencias absolutamente inhumanas”, indicó.
Durante la ceremonia, Matsui también exhortó a los gobiernos a dejar de lado intereses nacionales para asumir una visión más solidaria y global. En particular, instó a las naciones que continúan incrementando sus capacidades nucleares a visitar Hiroshima y confrontar directamente el impacto real de un bombardeo atómico.
“¿No ven que las políticas de seguridad derivadas de intereses personales están fomentando conflictos internacionales?”, cuestionó, al tiempo que reiteró su petición al Gobierno japonés para que se adhiera al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), del cual aún no forma parte.
Por su parte, el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, reafirmó el compromiso del país con la no proliferación nuclear, aunque mantuvo su respaldo al Tratado de No Proliferación como el principal marco de acción en la materia.
“Se está profundizando la división de la comunidad internacional en torno al desarme nuclear y se está endureciendo cada vez más el ambiente actual de seguridad”, expresó.
La conmemoración de este año tuvo un carácter especial, al coincidir con la primera ceremonia tras la obtención del Premio Nobel de la Paz por parte de Nihon Hidankyo, la confederación de víctimas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
No obstante, la relevancia del reconocimiento se vio opacada por la tensión geopolítica global, según expresaron algunos asistentes.
A 80 años del ataque, la cifra de hibakusha ha descendido por primera vez por debajo de los 100 mil, lo que ha intensificado el interés de visitantes nacionales y extranjeros por escuchar sus testimonios de primera mano.
El bombardeo atómico a Hiroshima, seguido tres días después por el ataque a Nagasaki, ocasionó la muerte de aproximadamente 210 mil personas y precipitó la rendición de Japón, con lo que se puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
Las secuelas, tanto en términos humanos como ambientales, siguen siendo objeto de estudio y reflexión a nivel mundial.
Con información de EFE